No hay conjuntos vírgenes ni palabras frescas. Las voces destilan alientos mal sanos y la miseria sigue anegando corazones. Hastío es el rey de las noches, silencio es la pista de las horas y los días expresan una comunicación manchada con goteras que obedecen a la grasa impermeable de la vieja manipulación de los tiempos.
Sangran las nubes un llanto con son de blues y metáforas de imposibles, boleros descomponen la carta de presentación que no acierto a concluir y entre tanto el tiempo huye acelerado dejándonos arrugas y otros gestos, embaucándonos con ternuras de escaparates mientras que, los trenes viajan a velocidades extremas como esos amores que se cuelan en la agenda sin orden ni permiso.
Y aquí me hallo, entre el esqueleto de la noche, lloviéndonos por dentro y mojando la sed voraz que acarrea el desierto de los días.
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